Después del éxito de los ratoncitos de mazapán, empecé a buscar en internet y descubrí un mundo en tartas fondant. A partir de ahora, los cumpleaños dejarían de tener esa tarta aburrida de almendras o trocitos de chocolate para dar paso a esas tartas divertidas de fondant. Pero claro, una cosa era decirlo y otra hacerlo.
Para empezar no sabía ni donde buscar el fondant, los tintes, como teñirlos....y eso puede verse en la tarta del cumple de Raquel:
Todavía no había descubierto los tintes en gel y los usaba en polvo o líquidos, no sabía mezclarlos con el fondant como puede demostrarse en los cerditos, eso sí, puse todos los detalles de los que fui capaz incluido un río con gelatina que me fue deshaciendo los pececitos (todavía no sabía que el fondant y la humedad no son amigos). Tiempo después descubrí el pipin gel para imitar el agua
Las ubres de la vaca causaron sensación por lo graciosas que eran, no por su realismo
Y el perrito tenía cierto encanto....
La tarta estuvo a buen recaudo en el frigorífico tapada con un paño hasta el momento de servirla para que la sorpresa fuera mayor. Todavía recuerdo sus caras.... una cosa había sido unos ratoncitos en una tarta, pero un granjero en el campo con todos sus animales.....Creo que a partir de ese momento me nombraron repostera oficial de la familia.
Del bizcocho con la nata y chocolate no quedaron ni las migas, los muñequitos que sobrevivieron se los repartieron para coleccionarlos. Todavía hoy siguen guardados, aunque algunos están muy perjudicados....
Desde ese día ya no esperan un bizcocho con un poco de nata o chocolate. Cada día cuesta un poquito más sorprenderlos aunque el esfuerzo, al final tiene su recompensa
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